Esclavos de Franco: Hechos para no olvidar. Antonio Santaliestra

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“¿Cómo que “emplean nuestra mano de obra”?…
¿Eso es lo que hacen con los prisioneros de guerra?”
Resulta paradójico que en la época de la red de redes siga existiendo un desconocimiento general sobre algunos aspectos de la historia reciente de este país. Hechos del siglo XX tan decisivos para entender la España actual como la Guerra Civil o la posguerra siguen sin tener una relevancia necesaria en los planes de estudio de secundaria. Haciendo una analogía con otros países occidentales, lo acontecido en esa época es algo profundamente asimilado por esas sociedades. Aquí por desgracia aun es caldo de cultivo para usos partidistas. Quizá porque no se ha explicado con datos de forma suficiente a las nuevas generaciones, quizá porque con la transición española en muchos casos el silencio intentó borrar la memoria. Más allá de especulaciones, lo cierto es que existe una gran producción cultural en el país cuya temática incide en esos años de plomo.  Producción que tiene su público y su mercado. Una demanda que tiene interés en esa época. ¿Ello puede ser síntoma de las lagunas de historia de la educación recibida?
Más allá de ideologías o posicionamientos políticos, quedan los hechos. Hechos que, en algunos casos, están envueltos en una capa de ignorancia para el conjunto de la sociedad. Sirvan de ejemplo los campos de prisioneros que hubo en España  y lo que se conoció como “redención de penas por trabajo”, eufemismo utilizado para denominar los trabajos forzados que se imponían a los presos republicanos. Labores de reconstrucción de carreteras u obras de ferrocarril, así como construcción de  “El Valle de los Caídos” y otras nuevas obras de ingeniería,  junto a  minería y agricultura, eran las actividades que se imponían a los reos, en una posguerra en la que se hacía valer más la victoria de unos sobre otros en lugar de la paz para lograr una convivencia. Como muestra los datos del propio Patronato Central para la Redención de Penas por el Trabajo de 1940: 70 destacamentos repartidos por la península daban ocupación a más de 5000 presos. Una realidad tangible, imposible de obviar con datos en la mano, más allá de afinidades ideológicas. Ese es el caldo de cultivo para germine una obra como la que trataremos hoy: “Esclavos de Franco”, de Chesus Calvo, editada recientemente por GP Ediciones.
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En “Esclavos de Franco”, el lector podrá conocer a través de Julián, el protagonista, lo que ocurría en uno de esos campos donde los presos realizaban trabajos forzados. Un personaje que supone la síntesis de muchos de aquellos infelices capturados y forzados a trabajar de sol a sol por la “reconciliación nacional”. A través de Julián descubriremos las condiciones de vida a las que eran sometidos esos presos de guerra, en un relato que transita sabiamente entre la vida en reclusión y  flashbacks del personaje, que nos brindará un paisaje completo de lo que vivió Julián durante la guerra civil antes de ser apresado.
Chesus Calvo, conocido por su serie “Vespas y Tintorettos”, cambia de registro dramático para abordar un tema que rescata del olvido para el gran público. Manteniendo en esencia su trazo característico, Calvo sí que ha dotado de una mayor sobriedad el estilo empleado en el cómic, alejándose por momentos del grafismo cercano a la Bande Dessinée que rezuman las aventuras de Marco di Lampedusa. Cambio acertado pues este relato exige de esa mayor sobriedad dado su tono. En el mismo sentido, los colores elegidos para las páginas se adecuan a lo que demanda la historia en todo momento: reforzando las sensaciones de opresión y melancolía en lo contado en el campamento, mientras que algunos flashbacks refuerzan el color sepia —cuando se entera Julián del golpe de estado, dando la sensación de que aquella fecha en que empezó el conflicto fratricida en su mente ya es lejana — o el rojo — una de las batallas que quedan como recuerdo traumático en la mente de un soldado, que siempre las hay —; Ejemplos más que suficientes para señalar el refuerzo emocional que conlleva la elección de colores y elementos que ayudan de forma gráfica a entender mejor el tebeo y lo que pudiera pasar por la mente de Julián.
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Cierto es que estamos ante un relato de ficción, pero no se puede negar que está  construido a partir de una labor de documentación previa. Un tebeo que sintetiza lo que supuso para muchos derrotados de la guerra civil la posguerra;  que puede servir como recurso didáctico para que muchos lectores conozcan una parte más de la historia del siglo XX. Todo ello en 88 páginas, editado en formato de álbum europeo en rústica por GP Ediciones y que viene prologado por Quique Gómez, miembro de la Asociación de Recuperación de la Memoria Histórica de AragónUn tebeo necesario, tanto en lo formal como en lo comercial, pues a fecha de hoy ya se está preparando la segunda edición del mismo.  Un ejemplo más del interés que existe en la sociedad por conocer su pasado reciente.

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