‘Casablanca, Madrid, París’, de Óscar Sanz

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Con el título de Casablanca, Madrid, París probablemente haya quien piense en algo completamente distinto de lo que nos ofrece Óscar Sanz en su novela gráfica, por lo que lo mejor es empezar dejando claro qué nos cuenta: es el cómic con el que se celebra el 25º aniversario de la Recopa conquistada por el Real Zaragoza. Fútbol, y fútbol español, ese deporte que tan poco se ha asomado a la ficción popular a pesar de tratarse del deporte rey de nuestro país, y que además logra resultados espléndidos cuando se acerca a este universo. Sanz nos brinda una auténtica delicia que aúna dos sensaciones bastante intensas. Por un lado, es un retrato documentado y emocionante no solo de aquel partido final celebrado en París el 10 de mayo de 1995 sino de la trayectoria de Víctor Fernández desde que se asomó al primer equipo maño como segundo entrenador. Por otro, sabe combinar la emoción del momento deportivo, con un estilo que sabe ser muy personal, con la tranquilidad de enseñarnos al mismo tiempo cómo funcionaba el fútbol a todos los niveles en aquellos años, tan cercanos para algunas cosas y tan lejanos para otras. De esta manera, el objetivo de emocionar a quienes recuerden el mítico gol de Nayim y aquel gran Zaragoza está más que conseguido, pero además ofreciendo una buena historia, bien contada y bien construida.

El camino fácil para narrar un logro deportivo es circunscribirse a lo que recuerda el público, pero una hazaña futbolística se construye a lo largo del tiempo. Entender eso es el primer gran acierto de Sanz, y por eso el cómic que ofrece se puede entender sin necesidad de conocer al dedillo la historia del Zaragoza o siquiera la final de París. Hay un enorme cariño en el detalle, en el retrato de cada personaje importante en este relato, empezando por el propio Víctor Fernández desde que entrenaba al Stadium Casablanca, de ahí el título de la obra, pero pasando por presidentes, entrenadores y jugadores, y también lo hay en cada anécdota, con las que va construyendo un cuadro precioso sobre el funcionamiento de la maquinaria del fútbol, los fichajes, los entresijos del vestuario, la relación con los profesionales. Todo esto, además, se pone al servicio emocional y dramático de lo que sucede en la final de la Recopa, que es la razón de ser del cómic. En otras palabras, la construcción de la historia es modélica para capturar incluso a lectores que no se consideren futboleros, por mucho que lógicamente un aficionado del Zaragoza va a encontrar muchos más elementos de conexión con lo que nos cuenta Sanz. Si el trabajo de un autor es transmitir las emociones que siente con una historia, es indudable que en este caso el propósito está más que conseguido.

El dibujo de Casablanca, Madrid, París tiene un aspecto sencillo, si se quiere incluso infantil, esa es la forma en la que Sanz quiere acercarse a todo tipo de públicos, pero esconde mucho más tras ese aspecto. Lo más destacable está en la forma en la que narra el partido, la final de la Recopa, de una manera que se puede colocar a medio camino entre el manga, porque la huella de Campeones o Capitán Tsubasa siempre será alargada en este medio, y algo mucho más personal, dando una espectacularidad casi irreal pero que a la vez no está reñida con los movimientos del fútbol que podemos ver en cualquier partido. A Sanz, además, le gustan los ángulos imposibles, los que dan al resultado final un aspecto fascinante y muy dinámico. A la vez consigue que su caricatura de todos los protagonistas sea francamente buena y reconocible. La sencillez de fondos y escenarios se conjuga además con algunos hallazgos narrativos considerables para explicar la dificultad de un vestuario o el carácter de algunos jugadores, destacando el carácter explosivo de Esnaider. Es una delicia que el cómic haya sido el medio escogido para rendir este homenaje a uno de esos momentos deportivos que cualquiera que los haya vivido recuerda, sea o no seguidor del Zaragoza. Qué manera más bonita de recordar, una vez más, el gol de Nayim.

El único contenido extra es una introducción de Ander Herrera.

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