FRONTERA DE ORDESA, de Juanarete y David Tapia POR JOE RUNNER

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Soy un señor mayor, vaya esto por delante. Lo digo porque he llegado a un momento en mi vida en el que valoro las cosas más por su trasfondo que por su apariencia y no iba a ser menos en el mundo del cómic. Los efectos especiales, los triples saltos con tirabuzón y guiño a cámara incluido o los forofismos los dejo para aquellos que quieran. O aquellas, tanto da. Estoy cansado a tantos niveles que la desidia comienza a ser un sentimiento que requiere demasiada energía. No llego ni a oveja descarriada, no digamos ya a lobo estepario. Sería comprensible que no entendieseis nada de lo que estoy diciendo, pero el que avisa no es traidor. A mí el carnet de «pollavieja» en esto del cómic me lo dieron monstruos como Javier Marquina o Sergio Mena, dos colosos que ya leían libros más grandes que ellos cuando yo ni siquiera era una idea en la mente de mamá Runner. Podría decirse que nací ya con el sambenito. Teniendo todo esto en cuenta, creo que ya puedo pasar a hablaros de…

FRONTERA DE ORDESA
de Juanarete y David Tapia

Como genialmente explica Antonio Altarriba en el prólogo del cómic, el ser humano se dedica a adueñarse de zonas y lugares apoyándose en excusas tan burdas como las fronteras naturales. El sentirse parte de un lugar y dejar claro que te pertenece más a ti que a tu vecino es algo que nos encanta. Porque todo el mundo sabe que un río es el corte perfecto entre dos pueblos o una cordillera entre dos países, así lo quiso el gran arquitecto. Se puso a dibujar accidentes geográficos para que pudiéramos dividir todo de manera ecuánime, porque somos tan tontos que quizá nos dé por pensar que la Tierra no le pertenece a nadie. Uno de estos lugares es Ordesa, al norte de Aragón, que delimita con Francia a través del paso de los Pirineos. Por ello no debe extrañar que la gente que se ha criado cerca del parque o de Monte Perdido sepa caminos transitables para ir de una parte a otra sin ser notados, especialmente en la época de la dictadura franquista. Estos paqueteros se ganaban la vida llevando cosas de aquí para allá, como si de mensajeros se tratara (me niego a llamarles contrabandistas), haciendo las veces de guías de personas que querían cruzar la frontera sin ser detectados. Una de estas personas fue Antonio Jesús, un hijo de pastores que se dedica a cuerpo y alma a ayudar a aquellas personas que están en contra del fascismo, como Santiago Alagón. Esta red de evasión, capitaneada por el gran Paco Ponzán, tendrá su momento más crítico cuando deberán sacar del país a Nancy Wake, una espía del gobierno británico perteneciente a la red de evasión de Pat O’Leary. El problema es que en Francia los nazis ya tienen el poder y la cosa está más complicada de lo normal, por lo que tendrán que tirar de ingenio y agallas para poder lograrlo…

Ahora viene la parte en la que saco mi fusil. Cuando un cómic te gusta mucho o te parece una auténtica aberración, es harto sencillo hacer una reseña personal alabando o soltando bilis. Sale solo. Al igual que cuando un cómic te deja frío y no te dice nada, eres incapaz de hacer una reseña. Porque en caso de que lo hicieras, sería algo insulso que quedaría en un «sí pero no» que tanto se puede leer, especialmente en el mundo del pijameo. Pero lo difícil viene cuando te ha despertado sensaciones muy contradictorias al mismo tiempo. Ahí es pasarse la reseña en modo berserker. Y es que eso es algo que me ha sucedido con Frontera de Ordesa: como historia comiquera se me queda muy floja y, sin embargo, como anécdota histórica y nexo hacia varios personajes históricos desconocidos me parece sublime. Porque la trama son tres momentos de la vida de Antonio Jesús, el vehículo conductor de la obra, que nos lleva a este último evento mencionado arriba. Sin embargo, la aparición de Paco Ponzán (con su respectiva biografía al final) y la aparición de Nancy Wake o Santiago Alagón me ha llevado a investigar más sobre estos personajes y qué hicieron para que sean recordados a día de hoy, aunque no tanto como deberían. Quizá cómo cómic no cumpla una gran función e incluso podría pasar sin pena ni gloria entre el lector medio, no digamos ya del pijamero, pero deja calado para aquellos que nos gusta la Historia. Con mayúscula.

«Métete a paquetero», decían. «Verás mundo», decían…

También os digo que es de lo poco que puedo hacer crítica negativa de la obra, ya que Juanarete me parece una de esas personas con tantísima información en su cabeza y conocimiento que siempre es bueno acercarse a leer lo que nos quiera contar. Es de esas personalidades que como divulgador político o histórico gana muchísimo y uno puede creerse conocedor de ambas disciplinas hasta que lee algo de este señor. No sé si se le podría catalogar como un guionista de cómics al uso; personalmente, no me lo parece. Tampoco es que esto sea algo malo o peyorativo, ojo. Pero lo cierto es que su estilo personal de contar historias tan documentas, tan puro y diferente es lo que me llama la atención. Debe ser aquello de que soy un señor mayor. Váyase usted a saber. Aunque todavía me queda un mini-palo que dar y es el arte de David Tapia. Si bien es cierto que hay viñetas que me parecen geniales, con una narración visual muy buena y una distribución de viñetas muy acertada, hay algún momento que flojea pecando de inexpresivo. Pero casi nada, vaya. Lo del tipo de arte es algo tan subjetivo y va tanto por gustos, que ahí no entro. A mí me ha gustado y, pese al feísmo, me parece un arte muy cuidado y detallado, especialmente en las rutas y zonas reales, con un buen coloreado. Quizá la portada haga menos justicia que al arte del interior, también lo digo. Y ya dejo de ponerme quejica y tiquismiquis. Palabrita.

Porque no nos engañemos, el cómic me ha gustado bastante. Más por lo que significa y hacia donde te lleva tras la lectura que al material en sí, pero ese efecto no deja de ser parte del cómic. No todo en esta vida iba a ser blanco o negro, en ocasiones aparecen estos grises claros (u oscuros, el que os guste más) y tienes que dejarte llevar por otras pulsiones. Al menos puedo asegurar que después de este cómic tengo lecturas pendientes, puestas en la última página como bibliografía, y que gracias a éste he conocido situaciones y personajes que anteriormente no conocía. Por lo visto soy viejo y estúpido, así que doy gracias de que la buena gente de GP Ediciones intente ponerle solución a lo de mi incultura. Por lo pronto todavía me quedan dos obras de esta trilogía anarquista que tienen publicada, así que hay faena conmigo para rato…

Siempre es bueno y esencial conocer bien a tu enemigo.

El cómic de Frontera de Ordesa es una obra esencial si te gusta la historia española y conoces o quieres ampliar tus conocimientos sobre las situaciones y personajes que lo protagonizan. Que está muy bien que hayan historias que entretengan y hagan soñar, pero no está de más que otras nos lleven a investigar y aprender tras su lectura. Eso es lo bonito del noveno arte, que siempre hay cómics para todo tipo de consumidor. ¡Larga vida al cómic!

¡Nos vemos en la Zona!

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