CASABLANCA, MADRID, PARÍS, de Óscar Sanz POR JOE RUNNER

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El ser humano es un animal interesante. Somos capaces de defender a capa y espada cosas que nos son totalmente ajenas e indiferentes desde un punto de vista meramente objetivo. Parece que en esta vida todo está dividido en dos bandos, dos puntos antagonistas que, en muchas ocasiones, ni siquieran son tan distintos. Es más, podría decirse que son exactamente lo mismo, pero cambiando los colores. Dejando la política de lado, que es un tema más que manido, lo podríamos llevar a los cómics, por ejemplo. Cuando somos niños parece que tienes que ser de Marvel o de DC, pese a que existe un amplio abanico casi inabarcable de material totalmente diferente a estas dos casas editoriales. Lo gracioso es que ambas son exactamente lo mismo, una copia de una copia de otra copia de ellas mismas. Y así durante décadas. Un falso posicionamiento que lleva a discusiones vacuas y acaloradas entre seguidores de ambos sellos. Porque sí, a nosotros lo que realmente nos gusta es ser forofos.

En cuestión al deporte, el tema es mucho más sangrante. Seguro que a alguien de España alguna vez le han preguntado si es del Barça o del Real Madrid en algún momento de su vida, le guste el fútbol o no. No falla. No puedes ser de cualquier otro equipo. A mí, personalmente, me ha pasado que cuando he dicho que soy seguidor del Athletic Club de Bilbao me han soltado aquello de «¿pero Bilbao no está demasiado lejos?». Como si yo viviese en Barcelona o la capital española, no te giba. Y no sólo pasa aquí, si eres argentino lo primero que te preguntarán será que si Boca o River. Va en los genes. Creo que si te gusta la política, el deporte, los cómics o la música, no puedes ser un hooligan de algo porque entonces pierdes la visión global de todo. Hay que amar algo por lo que es, no por lo que te da. Y es por ese que hoy vengo a hablaros de…

CASABLANCA, MADRID, PARÍS
de Óscar Sanz

Voy a ser completamente sincero con vosotros: no esperaba absolutamente nada de este cómic. Contra lo que podáis pensar, no era debido a que no creyera en la capacidad de Óscar Sanz o la inteligencia editorial de GP Ediciones a la hora de publicar una obra de éste calibre, sino por mi rechazo actual al fútbol. Quizá «rechazo» no sea la palabra más justa para lo que siento hacia este deporte que amé con todo mi ser y estuve a punto de dedicar mi vida a él hasta que el Behçet hizo acto de presencia. La palabra ideal sería «desencanto». La expresión peyorativa de panem et circenses en la última década ha tomado tanto sentido como en la época en la que se intentaba contentar a una població pobres y que vivía bajo el yugo del fascismo de la mano de un dictador demasiado bajo que duró demasiados años. Todo es ya un negocio muy descarado, tanto que los amantes del deporte rey en nuestro país ya estamos hastiados. Eso y los forofismos. Cada una de éstas cosas son un clavo más en un ataud que ya empieza a pesar demasiado. Menos mal que la vida siempre nos guarda sorpresas…

Porque lo primero que sentí cuando terminé de leer Casablanca, Madrid, París fue amor. Un amor que hacía muchos años que se había extinguido dentro de mí y que ahora volvía con toda la fuerza de antaño. El cariño y pasión con el que Sanz nos relata la llegada de Víctor Fernández a los banquillos del Real Zaragoza como ayudante del recientemente fallecido Radomir Antić y toda su evolución hasta conquistar la famosa Recopa de Europa del 95, una competición que jugaban todos los campeones de la copa de sus respectivos países (aquí conocida como Copa del Rey). Todo el periplo de Fernández de puertas adentro de La Romareda, con personalidades tan reconocibles como EsnáiderPardeza o Poyet en el campo, o el mítico Alfonso Solans en la presidencia, es una historia llena de superación y hermandad, el verdadero significado que tiene ser un equipo. Rebosa sentimiento en cada una de sus páginas y consigue enganchar al lector desde el principio, en el que podemos ser testigos de aquello que no se ven en las cámaras y que sólo saben los que estuvieron allí: la dura convivencia.

Los problemas nunca vienen solos…

Para rememorar este 25 aniversario de aquella famosa Recopa, Sanz además de contarnos una historia que de superación y éxito que nos llega al fondo del corazón, también nos muestra un apartado artístico que engaña. Al igual que la historia, vaya. Lo que en un principio podría parecer un arte sencillo y poco expresivo, termina siendo narrativamente excelente y tira de varios trucos visuales que le dan ese salto de calidad que se merece la obra. No puedo más que descubrirme ante el excelente trabajo de su autor, que sabe exprimir su arte hasta límites que jamás habría pensado que podría hacer. Que la honestidad vaya por delante. Viene a demostrar que, en ocasiones, menos es más y que un trabajo bien hecho es capaz de transmitir mucho más que un arte detallista al uso en el noveno arte. Me he convertido en un fan suyo a partir de ahora.

Además, ¿quién de las personas que nos ha gustado el fútbol alguna vez no conoce el gol de Nayim? Ese pedazo de chut desde casi la mitad de campo que subió como un globo y bajó como un mísil para que Seaman intentará en vano pararlo. Es que incluso soy capaz de escuchar a Jose Ángel de la Casa, aquel que también cantara el famoso gol de Juan Señor contra Malta, celebrando el golazo del ceutí y la conquista del prestigioso título por parte del Real Zaragoza. Si bien no he tenido la suerte de vivir esta final en directo, ya que todavía era un niño muy pequeño, y tampoco he tenido la suerte de conocer a Los Magníficos o Los Zaraguayos de la década de los 60 y 70, sí que es cierto que he podido disfrutar de buenas épocas del equipo maño. Y es que el Real Zaragoza es un club que siempre ha sabido cautivar al público por su fútbol en cada una de las décadas, siendo mi equipo favorito aquel en el que militaban los hermanos Milito, Piqué, Zapater, Movilla, Aimar o Sergio García. Luego vinieron otros grandísimos jugadores. Y todos sabemos que volverán a estar en lo más alto…

Aquí es tan importante cómo empiezan las cosas que cómo terminan.

Una obra imprescindible para los amantes del fútbol o los que se atrevan a meterse en ese mundo de una manera más humana, más cercana y lejos de la pomposidad a la que nos tienen acostumbrados hoy en día. Aquí no hay trampa ni cartón, solo personas que se comportan como un equipo y trabajan duro para conseguir sus metas. Un cómic diferente que hace honor a una hazaña tan importante en el deporte como fue la Recopa de aquel mítico Real Zaragoza.

¡Nos vemos en la Zona!

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